El hombre que se fío de Dios

El hombre que se fío de Dios

Ese fue un reconocimiento que se le hace al padre Luis Amigó que naciera hace ya 166 años en Masamagrell (Valencia) un 17 de octubre de 1854. Profesó como religioso Capuchino en Bayona (Francia) en 1875, tras una juventud orientada ya a ayudar a los necesitados de Valencia. Es ordenado sacerdote, cuatro años después, en Montehano (Santander).

En el Santuario de Montiel, Valencia, en 1885 funda la Congregación de Hermanas Terciarias Capuchinas, y en 1889, también en Valencia, la Congregación de Religiosos Terciarios Capuchinos. Ambos institutos se dedican a devolver a niños, niñas y adolescentes al recto camino y la resocialización de los jóvenes marginados y excluidos de la sociedad.

Monseñor Lauzurica describe al padre Luis Amigó de esta manera: «El fondo de su ser, la paz; su vestidura, la humildad. Fue su vida correr manso de un río, sin declives pronunciados ni desbordamientos que rebasaran el cauce. A su paso florecieron las flores de toda virtud: la caridad, la pobreza, la humildad, la obediencia, la austeridad, el sacrificio.

La bondad de su hermosa alma se le irradiaba en la sonrisa que iluminaba su rostro; sonrisa que ni la muerte pudo borrar. Poseyó, como pocos, el raro don de una vida inalterablemente serena, sin relieves, sin deslumbramientos, callada en la superficie pura de su profundo cauce espiritual».

Con espíritu franciscano trabaja desempeñando, entre los suyos el servicio de la autoridad en momentos difíciles, y animando a la Tercera Orden Franciscana por los pueblos de la huerta valenciana.

Desde 1907 a 1934, en que murió, fue Obispo; primeramente, de la diócesis de Solsona y luego en la de Segorbe. Plasma, con extraordinaria belleza su quehacer en el monte de su escudo episcopal: «Doy mi vida por mis ovejas».

Su cuerpo reposa en Masamagrell en la cripta construida en la casa de sus Hermanas Terciarias Capuchinas.

Hoy, setenta y seis años de muerte, la Familia Amigoniana continúa su tarea, en los más de 34 países donde se encuentran actualmente sus hijos e hijas  espirituales.  Su vida fue siembre un reto, no sólo para nosotros, sino también para la Iglesia y para toda la sociedad.