Los Amigonianos crecemos desde dentro
Podemos afirmar que las parábolas del Padre Misericordioso y de la oveja perdida, paradigmas insignes de los Amigonianos, son una bella alegoría de la humanidad en la cual hay que creer y esperar respuestas. El Padre cree en su hijo pródigo, en su arrepentimiento, en su regreso y por eso festeja su llegada. El Buen Pastor va en busca de la oveja perdida porque tiene la certeza de regresarla al redil, porque sabe que su esfuerzo por recuperarla no va a ser en vano.
Las prácticas de la Familia Amigoniana creen profundamente en la bondad natural del hombre y, aún en los casos más difíciles, espera contra toda esperanza. La Familia Amigoniana acompaña procesos de transformación social y cultural con miras a fortalecer las comunidades siempre con la idea de ir más allá.
Toda persona, por el solo hecho de existir, es un sujeto con valores, y con limitaciones. Los valores son potencialidades que deben descubrirse para incentivarlos. Las limitaciones deben ser un reto para su corrección o mejoramiento. En el contexto cristiano, aunque el ser humano cayó por el pecado tiene todas las posibilidades de levantarse por el misterio de la redención. De ahí que para Familia Amigoniana no exista ningún caso perdido cuando se trata de la persona humana.
El padre Vives, en su obra Identidad Amigoniana en Acción afirma que: “… en todo ser humano existe una capacidad innata de querer y de actuar el bien, por muy desfigurada que esta pueda encontrarse en determinadas personas y circunstancias” (Vives, pág. 70) y agrega que la bondad natural de todo hombre es un dogma irrenunciable para quien quiera ser profundamente humanista.