Luis Amigó apóstol de la Misericordia
Misericordia: es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro. Misericordia: es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida. Misericordia: es la vía que une a Dios y al hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados no obstante el límite de nuestro pecado.
En el Siglo XIX y buena parte de la mitad del Siglo XX. El Señor suscita en la historia un hombre sencillo, humilde, profeta, Seguidor Fiel de Cristo Buen Pastor y que bien lo podríamos llamar el Apóstol de la Misericordia, dada su pasión por los pobres, los marginados, las ovejas descarriadas, que desde muy joven busca en las cárceles, los hospitales y periferias de su entorno. Es el hombre de la compasión, supo encarnar en su Vida y Misión, las parábolas de la Misericordia que nos trae “Lucas en su Evangelio (Cap. 15)”. Hombre que supo ver, escuchar y responder al clamor de su pueblo y con la sensibilidad del corazón del Pastor Bueno; funda sus dos Congregaciones para llevar a los últimos, a los marginados el corazón de Dios.
Como hermano menor, como Padre Fundador, como Obispo y Pastor: “Doy la vida por mis ovejas” (lema de su escudo episcopal), No temáis perecer en los despeñaderos y precipicios en que muchas veces os habréis de poner para salvarla oveja perdida; ni os arredren los zarzales y emboscadas con que tratará de envolveros el enemigo, pues podéis estar seguros de que si lográis salvar un alma, con ello predestináis la vuestra. (1831 OCLA), expresó y gozó de las alegrías del corazón misericordioso y compasivo.
“Misericordia y Compasión” piedras preciosas de nuestro carisma para mostrarlas y enseñarlas con un testimonio luminoso y sincero en obras y palabras preferentemente este “año Santo de la Misericordia” que se abrió en Roma el próximo 8 de Diciembre de 2015, solemnidad de María Inmaculada Concepción.
Con mucha Fe, pidamos al Dios de la Vida la Beatificación de Nuestro Padre Luis, para que en este año Santo lo podamos contemplar en los altares como el “Gigante de la Santidad, el apóstol de la Misericordia”. Unámonos con la oración del septenario a la Madre de los Dolores, pidiendo con perseverancia y acompañando la plegaria con la “creatividad de las caridad” para que lleguemos en nuestro trabajo pastoral a los últimos, a los que no cuentan en la escala social del capitalismo, a los descartables… y, para que uniendo Fe y Vida, teoría y acción, desde la coherencia podamos arrancar del corazón del “Dios de la misericordia, esta gracia”.
Que el Padre Luis nos impulse y nos inspire cada día la palabra, la acción, el gesto oportuno para que el mundo conozca y crea en el Dios de ayer y de hoy que es “misericordioso y compasivo, lento a la ira y pródigo en amor y fidelidad” (Ex. 3.4,6) en cuyo corazón todos tenemos nuestra morada.