Luis Amigó profeta de la paz y la reconciliación
Fray Luis amigó se encuentra vigente como nunca en cada uno de los diferentes contextos, barrios, parroquias, instituciones reeducativas, colegios, entre muchos más, con la experiencia única de la paz y de la necesidad imperante de la reconciliación y del restablecimiento de la amistad entre las personas, uniendo las brechas que separan al ser humano de sus semejantes y procurando con ello el cambio y la transformación de las realidades y de las propias vidas, así como San francisco acoge al leproso y acepta su realidad, “Debo decir que en aquel momento –el del encuentro con un leproso- fui como sobrecogido del misterio del nacimiento de Cristo. Si los pobres hubiesen sido los autores de mi levantarme de donde había caído y empujarme a continuar adelante; la idea del nacimiento de Dios, como hombre, era la única respuesta a todos los porqués que me había planteado hasta este momento en mi vida”, de esta misma forma Luis amigó se acerca a la juventud y ofrece su vida para restituirles su dignidad como hijos de Dios.
La reconciliación es el atreverse a ver en el otro la propia imagen, perdonar aquello que ha originado un disgusto e incluso una pelea, fray Luis amigó constata dicha experiencia al permitir el acercamiento de dos enemigos y crear con ello un rumbo diferente y prospero de toda una comunidad, dejando un legado de paz y armonía en la que los seres humanos pueden encontrar su razón de ser y existir en el mundo:
“…Sentí un fuerte impulso de hablar al día siguiente en el sermón sobre el perdón de los enemigos. Hay que anotar que hacía mucho tiempo que los señores cura y alcalde eran enemigos irreconciliables y se odiaban a muerte, con gran sentimiento y escándalo de la población; habían intervenido para poner las paces personas de muchísimo ascendiente y prestigio, sin conseguir nada, y la población estaba dividida en apoyo del uno o del otro. Formé, pues, mi plan y les suplique a ambas autoridades tuviesen a bien el asistir al día siguiente, en sus respectivos asientos, a la función de la Tercera Orden, como lo hicieron y al predicarles el perdón de los enemigos puso el Señor, sin duda, tales palabras en mi boca, e infundió tanta gracia a mi auditorio que, compungidos los señores cura y alcalde, como movidos del interior impulso, se levantaron de sus sillas, y saliendo al encuentro uno del otro, se abrazaron fuertemente en presencia de Jesús sacramentado” (OCLA 65).
Ser amigoniano por tanto es encontrar en la amistad y la concordia el contraste perfecto de la propia imagen con la del otro, observar desde la diferencia aquello que los une y propiciando con ello la complementariedad y la satisfacción de construir desde los principios y valores cristianos una sociedad y comunidad justa, armónica y digna.
La paz conlleva a la reconciliación cuando el ser humano se perdona a sí mismo y luego a aquellos que han hecho algún daño, dicho perdón debe ser un sentimiento de corazón alejado de egoísmos e intereses, “Traigan enseguida el mejor vestido y pónganselo; pónganle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Tomen el ternero gordo, mátenlo y celebremos un banquete de fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y lo hemos encontrado” (Lucas 15, 11 – 12).
La realidad colombiana se rodea de esperanza y reconciliación con la ayuda y presencia de aquellos que apuestan por la vida, la paz y el perdón como mecanismos indispensables para que el reino de Dios habite en un pueblo cansado de la violencia, la corrupción y la injusticia, con la invitación que hace el Papa Francisco para dar el primer paso, depende de cada uno el asumir una postura responsable en la cual surge el compromiso efectivo de reconciliarse consigo mismo, con el prójimo y hacer de este ejercicio continuo, un modelo de vida en el cual la figura de Jesús cobre vital importancia para la construcción de pueblos dignos y prósperos.