Con mascarillas puestas, y habiendo empacado ya buenas dosis de geles y alcohol desinfectante nos encaminamos hacia Córdoba en Andalucía, una de las principales ciudades de España. El grupo estaba conformado por ocho chavales acompañados de Manoli la directora del Hogar y dos educadores Diego y Noelia.

Llegamos a principios de la tarde, tras un lago viaje que fue aprovechado por los chicos para dormir plácidamente, durante todo el viaje fuimos recibidos por familiares de nuestra directora quienes nos dieron hospitalidad, calidez y gracia propios de los auténticos cordobeses.

Fueron días que nos hicieron evocar al pasado por el estilo de sus edificaciones y sus formas únicas, disfrutamos además del típico paseo en calesa que es un carruaje tirado por caballos propio de esta ciudad cordobesa que ahora nos acogía. Cada día terminábamos divirtiéndonos en la piscina de uno de los hermanos de Manoli a provechado los días de verano que por estos días son fantásticos en España.

Mención especial para el día en que visitamos Aquasierra, un parque con diversas atracciones acuáticas. Resulta complicado explicar la satisfacción que como equipo educativo supone ver la felicidad en el rostro de nuestros chavales. La emoción en sus gestos y en sus palabras, agradeciendo constantemente el haberles llevado allí porque nunca habían experimentado algo similar. Esa noche no hace falta añadir que acabaron agotados y caímos en sueño profundo. 

Fue una semana en la que vivir y convivir; compartir y descubrir; conocer a nuestros chicos en otra realidad y que ellos nos conozcan a nosotros. Todo ello te conecta con ellos y con tus compañeros de faena. Supone un gran esfuerzo personal y de equipo, pero el resultado es tan satisfactorio y revierte tan positivamente en nuestra labor, que merece la pena repetir una y un millón de veces. La sinergia que ha surgido no se puede explicar, tan solo hay que vivirla. Así vamos más allá.